31.1.08

Me doy

¿Qué pensarán los hombres que conozco por internet, cuando me ven en vivo y en mis carnes por vez primera?

Lo que yo pienso es: no se parece a su foto. Y entonces tengo que invertir minutos de mi valioso tiempo en quedármele viendo como topo, con los ojos entrecerrados, para encontrarle la más mínima referencia que me borre de la mente la imagen ideal que me formé de él. Pueden ser desde cinco hasta cincuenta minutos. A veces resulta que, de tan diferente, está mejor. Pero la mayoría de las veces no es así.

Cuando Joyce viajó para conocer a Harvey, llegó a la central sin la más mínima idea de cómo sería el cabrón, pues, para complejizar el asunto, la chava nomás había visto a ese ouei dibujado por un chingo de distintos artistas en la serie de comics American Splendor.

¿Cómo un galán rudo? ¿Cómo un desdichado y jorobadito perdedor? ¿Cómo un interesante e ingeioso antropólogo de la espontaneidad cotidiana? No, sólo era Harvey Pekar.

La voy a ver de nuevo

Porque no me voy a quedar con la sensación de que Marina y Víctor son unos retrasados mentales, ni con la sensación de que lo más que hay de cine en la película de mi colega cuequero son algunas elipsis sonoras y las poetizaciones del romance en cámara lenta.
Pues, aunque soy de los que menos caso hacen de las hstorias que cuenta el cine, porque hasta una pendejada esquizoide puede convertirse en una gran película, cuando tanta miseria emocional ocurre bajo la forma de tanta pobreza audiovisual, ps entonces sí hay problemas.
Pero la veré de nuevo, a pesar de no querer hacerlo con tantas ganas. Porque hubo cosas que me gustaron mucho, las elipsis sonoras, las abstracciones del día de campo -la plática banal que se desvanece mientras el plano se concentra en la mano femenina que deshilacha el mantel, Cecilia Suárez...
Váyanla a ver, también. Ojalá les guste, no como a mí hasta ahora.

25.1.08

Nunca una novela va a ser mejor que una película, a menos que ésta extraiga de aquella lo que es cinematográfico. Porque a cada arte la limitan sus formas, por eso ninguna es mejor que la otra, sino que entre ellas son diferentes.

Cuando una película adapta de la novela sólo la historia que cuenta, no hay valor que la diferencie de lo escrito, por tanto el libro será infinitamente superior, pues en él habrá figuras y frases que la película será incapaz de representar.

Hay libros tan literarios, que se dice son inadaptables. Esa es una virtud de la literatura, como una virtud del cine se encuentra la dificultad para traducirlo a simples palabras.

La adaptación de un libro debe comprender que éste estuvo a punto de desbordarse, de salirse de sus márgenes para construir otras formas más complejas, capaces de ser reconstruídas en una película.

El cine se expresa diferencialmente de la literatura por lo que ésta no puede expresar a través de imágenes y sonidos, así como el cine no puede expresar algunas cosas si no es mediante la literatura.

P. D. Desde la noche de ayer, encontré la respuesta. Cada que alguien me pregunte ¿como qué películas te gustaría hacer? Diré: quiero hacer películas que descompongan la cronología de los hechos que supuestamente narran, en cuyos contracampos se introduzca un elemento nuevo con cada corte; en las cuales se pueda detener el tiempo de la historia para hacer surgir otro tiempo en el discurso; quiero ponerles al menos un número musical y un timelapse; y quiero que los diálogos no solo sean bellos, cotidianos o retóricos, sino que además afecten el significado de una acción que se vio previamente, pero que en la cronología recompuesta es posterior a lo que se dice. Quiero hacer películas como esa, como esta:


Por piedad y misericordia, qué alguien me indique qué camino seguir para conseguirla. Gracias.

Tengo alma, pero no soy un soldado.

La belleza está donde uno la encuentra.