Hay unas escaleras eléctricas. Cuando funcionan, uno las puede usar para descender. Están en una estación del metro que pertenece a dos líneas. Como mucha gente cambia de línea, en ambas direcciones, la estación tiende a contener multitudes.
Cuando las escaleras no funcionan, cunde la decepción, y el tumulto de gente pisotea furiosa la máquina parada. Todos menos uno, el día de hoy; uno que ha decidido, porque perdió el rumbo o porque encontró uno más rápido, subir las afectadas escaleras eléctricas que normalmente bajan. Uno solito, en contra del tsunami de personas decepcionadas que pisoteamos furiosas los inservibles escalones. al menos, ese uno está feliz. Se le notaba. Bien satisfechote.
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Autora: Gilda Luz María Salazar Juárez
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