30.7.07

No apto para enemigos de la piratería


Hay igual número de maneras de ponerle música a una película como cantidad de cineastas trabajan en el negocio. Todo depende de qué tan inventivo nos salga el muchacho. O la chica, claro está. Aunque no es ni la mitad de buena que la cinta que originó la versión teatral en la que se basa, por varias razones, Hairspray no resulta nada mala.

Cuando a una obra se le distingue como musical, no a pocos se les crispan las cejas o los bigotes. A mi mamá, por ejemplo (las cejas, no seamos manchados). Afirma y reafirma que es una molestia tener que aguantarse a que el personaje, de la nada, rompa a cantar lo mal o lo bien que se siente, que porque la vida no es así.

Es cuando ella dice eso último que se me crispa el bigote. Yo, que desde que tengo un año de edad salgo en fotografías con los audífonos puestos y la pinche sonrisa colgate en la redonda cara, no puedo más que molestarme, pues cotidianamente le pongo música y ritmo a lo que pasa en mi vida.

Además, en las películas siempre hay música. No sólo eso. Generalmente, y por convención, esta surge de la nada, casi siempre poquito a poco, y sin mayor justificación que la de emocionar, mediante la más grande de todas las artes, hasta al más insensible de los espectadores.

Entonces, eso de que los musicales usan canciones sin justificación alguna, no es más que un pretexto para sacarle al género. Es decir, ¿justificado en cuanto a qué? Si de todas maneras el género musical es el menos realista de todos los que hay -y, por lo mismo, el más perfecto, pues quién no quisiera un soundtrack automático para todos los días.

En Hairspray de John Waters, obra no musical, Tracy baila todo el tiempo, con ritmazo y sincronía perfecta; impera un doble sentido en los diálogos; las canciones tienen una gran cantidad de subtexto; existe un tono grotesco designado a criticar las actitudes de la sociedad gringa de aquella época; y todos los personajes tienen una misión clara y desarrollada a lo largo de la cinta. La nueva película carece de todo esto.

Pero no se queda ahí. A pesar de que la grotesca original se diluye en chistes integrados a las letras de las canciones o las formas de cantar de los personajes, las canciones parodian las melodías típicas sesenteras y permanece el mensaje de no discriminación de una forma bastante elocuente y ecuánime -gracias a imágenes documentales de las marchas por los derechos civiles, por ejemplo.

Ya sea para abrir una nueva secuencia, transitar de una a otra, surgir dentro de una poco a poco o por irrupción, modificar el espacio o el tiempo (ir de un lugar a otro, de un momento del día a otro); o para cosas más complejas, como hacer que una sola canción se refiera a varios personajes a la vez, y los compare sin explicaciones, la música de la película funciona de maneras muy diversas a lo largo de la película.

Las coreografías bastante hacen con la expresividad del tiempo y el espacio también. Con un paso de baile, los espacios se modifican: la azotea cambia por un salón de flamenco, el show de Corny Collins por el Negro Day, el pasillo de la escuela por la humeante sala de maestros o el baño de mujeres, y la parada del autobús por el techo del camión de la basura.

La película del genio de lo grotesco es más interesante y compleja, pero esta es también muy diferente, más allá de que se le modifica el género. Curiosamente, en la otra hay más coreografías, y hasta creo que mejores. Es una película musical porque mucho de su estructura depende de que haya música, nada más que carece de la convención de la narrativa mediante canciones. Pero eso sólo la hace más compleja y original.

Lo que más sintoniza las dos cintas es la tragedia en que terminan las villanas, Velma y Amber. El teatro las perdona, pues en unos cuantos versos del número final ellas se disculpan y renuevan sus ideologías de vida. Pero en las películas se quedan como villanas castigadas, por mucho que en la nueva Hairspray Amber finja coquetearle a un negrito bailarín.

La nueva Hairspray es muy divertida, pero lejos de la crítica al racismo y discriminación históricos de la sociedad gringa, aunque muy cercana a lo mejorcito del último cine musical.

En memoria

22.7.07

NOT ENOUGH TELEVISION

¿Puede uno ver suficiente televisión en una semana? ¡Pff! Uno puede ser (inintecionado pero afortunado sic), suficiente televisión en un día. Y eso que en casa de mi mamá no hay FX. Mi tour vacacional de hoy comenzó tarde, a la una pe eme, junto a Will y Grace y su fascinación por la insuperable mejor televisión de todas: la real, la de los vecinos peleándose atormentados por los problemas maritales. Cortesía de la rendija de calefacción que conecta oportunamente depto con depto, oreja con pleito.



El tour continuó con las pantorrillas -mmmm- de Charlie Sheen, las botas de Courtney Cox y la paranoia de Matthew Perry -mmmm-.

El primero, coronado por el humor de los guionistas de Two and a half men, desplegando toda una comparación entre las narraciones de la vida salvaje de Animal Planet con lo que se puede afirmar, ciertas veces, de la vida cotidiana (aquí vemos al macho enfrentándose a la hembra por el dominio del refugio).

La segunda, vestida de Monica, derramaba un chistesito consumista en el cual unas botas carísimas terminaban siendo el azote de Chandler, pero también el de los doloridos pies de su señora esposa (no importa, estoy bien, se me ven preciosas).

El mismo Chandler, vestido de melodrama, vuelca en su nueva serie lo que fuera su humor paranoico habitual en los Amigous . Ni así se salva, el pobre; ni el cambio de género lo rehabilita como actor de nada. Tal parece que ninguno de los friends podrá dejar de reproducir los rasgos de sus viejos personajes, ni siquiera mediante supuestos nuevos conceptos.

Quise leer. De verdad lo intenté. Pero ni por un segundo pude apagar la tele. Abrí el libro en la página de MTV. Dije, ps igual y los videos son música. Poquito me imaginaba yo. Luché contra Gwen Stefani y pudo más la teoría del cine. Me hice pendejo con Dido, nada difícil. Pero llegó Amy Winehouse y me puse a bailar en la silla. Con la pena, señor Fassbinder.

Más noche, casi cuando por terminado el tour, en la parte reflexiva de la película de mi día, donde el protagonista pega la cabeza en la ventana y mira al cielo con ojitos pensativos, me imaginé un país donde hubiera al menos un poquitito de la calidad de la tele gringa.

No tanto en sus temas como en el rigor de sus formas. El problema no es copiar tales formas, sino preocuparse en desarrollar al menos una. UUUUNAAAAAAA....

En eso, sintonicé la versión regioncuatro de la niñera. Así, con minúsculas. Desfachatadamente mal traducida. Infame cambio del tema barbarastreissandesco por una cumbia -o algo así. Desafortunado humor, declamación de subtítulos que -por supuesto- ni pena ajena dan. Perezosa, poco imaginativa, penosa. Mejor me fui a leer. Hasta mañana.

Miércoles 18 de julio de 2007.

Algo más bonito que la tele:


18.7.07

Esto, Lynch y la congelada de uva...

S-P-E-A-C-H-L-E-S-S

¡¡¡NO PUEDO ESPERAR!!!

(Finamente presentado por el coprotagonista de mi último corto)

17.7.07

Mee gousta l'enfermerou Betty

Lo absurdo no es creer que los personajes de una telenovela son gente de la vida.

Lo absurdo es que puede haber cosas de la vida que son increíbles, como que tu hijo/cómplice se muera por efecto de la bala que la víctima disparó en defensa propia. Lo cual ya es bastante absurdo, pues de una escena fílmica ficticia se concluye algo sobre la vida, tal y como cuando la vida toma sentido gracias a la influencia de la ficción en nuestras mentes.

Es un círculo vicioso.

La ficción no está para representar la vida ni para explicarla, sino para tomar de ella lo que es significativo para la creación o la comunicación de significados que son complementarios del sentido de la vida.

Para la enfermera llegó la última de las más utópicas redenciones que pudo ocurrir en la era de la información: la incorporación de las ficciones de la vida a las de la tele.

¡SÍ SE PUEDE! ¡SÍ SE PUEDE!



(-Finamente- Recomendado por Crispín Zaragoza)

10.7.07

No entendí

Hoy vi una publicidad de coca cola pintada en uno de sus camiones repartidores:

"Por difícil que sea, mantenga la distancia"

Es bueno saberlo, para mantener la fuerza de voluntad. ¿Será psicología inversa? ¿Los conductores de coca cola serán ex microbuseros?

Barrocos maniqueísmos

Tsss...el circo barroco (así, con minúsculas).

ROCK ME AMADEUS, aunque Mozart ni barroco era.

El circo barroco estuvo en el teatro de la ciudad (con minúsculas por vendido), en una función que (esperamos sea única, debut y despedida), mezcló bailarines con modelos con igual distincióncon que uno usa calcetines diferentes o escribe amerika o anarkia, indiferentemente de si todos bailaban la flauta mágica o la maldita vecindad -en su cover de josé josé.

Qué pedo. No es pedo. No estaba pedo.

Circo barroco manierista malo, sin todo el chiste de lo que sería -por ejemplo, el barroco de un viernes en el Patrick Miller. Hasta los de la maldita o los de kinky (¿se escribe así? No miento, también en el circo barroco hubo un número de kinky), se sentirían indignados de tal asunto, que ni circo es. Lo más cirquero es un pinche numerito de acrobacia aérea que está bonito pero ni chiste tiene.

Ni Bob Fosse deliró tanto al sublimar sus deseos en un espectáculo.

Pero todo está en la mente, y yo creo que fui incapaz de haber visto semejante cosa. Es que además no me duele porque fue gratis.

6.7.07

Totally fucked

Tras el sexo, el olor del otro se impregna en nuestra piel. A veces es gozoso, dulce, pero también pude ser culpable, asqueroso, etc.

Un coqueteo puede empujar a muchas cosas cuando se subleva el dominio de la cachondería.

Para quitarse el olor del sexo, se comió unos grasosos tacos de la esquina, los primeros con que se topó. Se bañó y talló con ahínco, profundamente. Llovió y aprovechó para quedarse bajo el agua un rato. Caminó después mucho rato, para que el sudor le corriera por la frente y la espalda.

De todas maneras, nunca reconoció si su propio olor había combatido el del otro. No recordaba como olía su propia piel. Entonces, se asustó.

Desde antes del sexo ya había pensado que esto ocurriría.

Pasó su nariz por sus brazos y manos, olfateando como perro. La ropa le olía al indefinible olor de siempre, al de costumbre, al indiferenciable.

De todas maneras, no lo cacharon.

Tengo alma, pero no soy un soldado.

La belleza está donde uno la encuentra.