Soñé que era dependiente de una tienda de abarrotes. Era un espectador de mi mismo, era como ver una película donde alguien que se parecía a mí actuaba. Me veía en close up, en plano general, en medium shot, siempre con ropa distinta y haciendo algo muy aburrido. Eran imágenes muy largas donde me dedicaba a leer, escribir, ver la tele, leer una revista, el eriódico, o laticar con una anciana clienta de la tienda.
La tienda era pequeña, pero muy bonita. Bonita me refiero a que es de las que uno podría ver en la Del Valle, como la que está cerca del CUM, a donde llegan todos los niños y niñas bonitos a comprar cigarros y drogas. En mi sueño había varios clientes con look de cineastas (o al menos ese era mi razonamiento inconsciente). Me pedían que un refresco de dos litros, que salsa, que si tortillas milpa real (porque están más baratas, según). Yo los atendía con una sonrisa, y ninguno se me iba sin antes quitarme de dudas: ¿usted es cineasta, verdad?
La escena cambiaba sin que me resondieran. Desperté con la sensación de que, a huevo, alguno tendría que darme trabajo algún día. El trabajo de mis sueños.