23.2.07

Yo estoy borracho

visiten no estoy borracho

21.2.07

Ante el fracaso

Soñé que era dependiente de una tienda de abarrotes. Era un espectador de mi mismo, era como ver una película donde alguien que se parecía a mí actuaba. Me veía en close up, en plano general, en medium shot, siempre con ropa distinta y haciendo algo muy aburrido. Eran imágenes muy largas donde me dedicaba a leer, escribir, ver la tele, leer una revista, el eriódico, o laticar con una anciana clienta de la tienda.


La tienda era pequeña, pero muy bonita. Bonita me refiero a que es de las que uno podría ver en la Del Valle, como la que está cerca del CUM, a donde llegan todos los niños y niñas bonitos a comprar cigarros y drogas. En mi sueño había varios clientes con look de cineastas (o al menos ese era mi razonamiento inconsciente). Me pedían que un refresco de dos litros, que salsa, que si tortillas milpa real (porque están más baratas, según). Yo los atendía con una sonrisa, y ninguno se me iba sin antes quitarme de dudas: ¿usted es cineasta, verdad?


La escena cambiaba sin que me resondieran. Desperté con la sensación de que, a huevo, alguno tendría que darme trabajo algún día. El trabajo de mis sueños.


7.2.07

Según yo, ya está lista.


Todo lo que este trabajo tiene que decir se dice acerca de una experiencia que el lector sólo podrá obtener fuera de estas páginas. Truman Capote escribió que cuando las películas son realmente buenas son “antiliteratura”[1]. Elegir el ejercicio del pensamiento a través de la palabra escrita para referirse a un texto cinematográfico implica traducir los significados de una materia de la expresión a otra, lo cual, se ha dicho al principio, facilita el análisis de la película al extraer de ella lo más significativo recurriendo no a su secuencialidad sino a la selección de aquello que es más significativo, deteniéndolo en el tiempo para profundizar lo más posible en su descripción y análisis.
[1] Truman Capote, Retratos, Anagrama, P.

Haya habido guión en papel o no, para los efectos del presente trabajo no nos importa. Si lo que hemos desarrollado aquí, a partir de los conceptos de nuestro marco teórico, no es posible encontrarlo en el último tratamiento escrito por su autora, es lo de menos. Lo importante es que se rompieron expectativas en distintos niveles, comprobando la única regla del cine: su continua innovación expresiva.

Una de las principales metas de este trabajo fue comprobar cómo las decisiones del director limitan y potencian la capacidad de las formas del cine en una película, tomando en cuenta que hablar de película significa referirse a la realización textual de una parte del universo de significados que comprende el cine. Un director actúa arbitrariamente en la selección del estilo que mejor convenga a las necesidades de la película, y así satisfacer necesidades personales o industriales, aunque siempre cabe la posibilidad de que ambos tipos se combinen.


Bajo estos lineamientos hemos descubierto que la segunda película de Sofia Coppola no persigue un pretencioso afán por copiar los estilos de la vanguardia asiática, el cine más complejo de la actualidad, nada más para parecer inteligente y “artística”. Tampoco el capricho de la hija de Francis Ford Coppola por hacer cine nada más porque tiene el dinero. Al contrario, y sin el más mínimo afán por juzgar la personalidad de la hija de uno de los más grandes cineastas e la historia -pero confiando en que es por inteligencia y no por intuición, descubrimos que Perdidos en Tokio es una película donde las mínimas combinaciones de imagen y sonido estructuran significados complejos, rompen expectativas a distintos niveles –desde el que concierne al género hasta el que concierne al formal y al de los académicos, pero de Hollywood.

2.2.07

Hombres necios que irracionalmente son la causa de aquello que acusáis

Le dice uno al otro:
- Eres incapaz de reconocer que te equivocas.
- A lo mejor. Solo dame una oportunidad para terminar este error llamado tú, y entonces aceptar que me equivoqué contigo.




Tengo alma, pero no soy un soldado.

La belleza está donde uno la encuentra.