28.1.07

De la serie: grandes criminales de la historia.



Que la mayoría los apoyara no significa que hayan hecho lo mejor.

24.1.07

Análisis estructural de un par de hombres

Ocupado encontrando respuestas, mirando mil nubes de paz en el cielo, me fui a la cama un domingo, puse el despertador y deseoso cerré los ojos, en la espera de un nuevo día de clases. Comparto ahora las impresiones que dos profesores en particular han causado en mí estas dos semanas:

- Juan Mora asegura que Mel Gibson le robó el estilo de su película Retorno a Aztlán para hacer Apocalypto. Juan Mora es profesor de montaje, y un seductor como lo definiría mejor Truman Capote: de los que no muestran sentimiento alguno. La imagen acústica de este profesor de montaje leyendo, es decir, la que no toma en cuenta el sedante de su voz, es muy seductora.

- Pepe Navarro es un músico con cabeza de cineasta. La imagen conceptual de este profesor de música para cine, mediante la cual lo definimos por la suavidad del deseable ruido de su voz, y no por las greñas largas detrás de una brillosa calva, ni por la jipiosa ropa que usa, es también muy seductora.

11.1.07

Ideas vacacionales.

Que del hombre sea el perro su mejor amigo, pues yo seré del hombre su peor enemigo.

4.1.07

Había una vez...


...Una virgen suicida que se volvió una reina (con y sin albur). Una princesa que apenas era mayor de edad cuando recibió la bendición y se convirtió en reina. Pero nunca dejó la fiesta ni la alta costura. Tampoco le dio a la corte de Francia el orgullo de verle ni una sola de las lágrimas que la angustia por las exigencias del mundo adulto le arrebataron, pues se prometió nunca defraudar a nadie.

Tal parece que Sofia Coppola piensa que la Historia es una gran fiesta de disfraces, así que pidió a sus amigos se vistieran bajo los dictados de la temporada previa a la Revolución Francesa, para celebrar la opulencia que rodeó a María Antonieta.

La hija de uno de los cineastas más rigurosos ocupa el minimalismo más riguroso sin dejar ciencia cierta de cuán concientemente. Menos diálogo, menos acción, menos cámara fija, pero mucha más espontaneidad. La película más libre de las tres y media en su filmografía.

La reina es una superestrella, gastadora y ganosa, ponedora y muy borracha. Se enamora sin mucho preámbulo ni diálogos en los que parezca que el personaje deja de hablarle al otro personaje porque tiene que decir literalmente al espectador lo que siente.

La película no justifica la supuesta realidad histórica, sino que crea una realidad propia, en la que prevalece la música que la autora escucha y los hábitos de la opulencia que seguramente la malacostumbró antes de observarla y creer que a lo mejor en otra época fue igual.

Con desfachatez, María Antonieta se acuesta en su gran cama, duda de la confianza de su corte y bebe champagne mientras se prueba vestidos, zapatillas y uno que otro par de CONVERSE imperiales hechos a mano. Pero nunca por accidente, pues todo en la película depende de la estilización de los elementos que no concuerdan con la época.

La imagen y su composición funcionan a partir de la habilidad del fotógrafo y la cámara en mano. La música le quita verosimilitud pero expresa una emotividad distinta, poco usual, retadora y anticonvencional, transmitiendo también mensajes subliminales gracias a las letras de algunas canciones. No apta para puristas. Los actores gritan extasiados o cuchichean en un rincón sobre lo que pasa en primer plano. Cuando no hablan, la tensión aumenta con el enfrentamiento de miradas seductoras.

Definitivamente, la embriaguez de la reina provocó la toma de La Bastilla y el abucheo inconforme que arruinó la función de gala del Festival de Cannes para la directora. Por intuición, más que por inteligencia y dominio de un vocabulario cinematográfico, la película contradice las convenciones del cine, todo lo que se ha filmado de acuerdo a un “deber ser”.

La voz en off deja de ser la del narrador omnisciente para ser la expresión de un personaje ausente, en otro país o en otro lugar del fragmento de espacio que aparece en pantalla. El vestuario y la actitud de los personajes deja de ser una recreación fina para ser la expresión de la superficialidad tal y como la conocemos, pero aplicada a otro momento y otras circunstancias. Y la música cambia la fidelidad y verosimilitud para expresar la realidad emocional de la corte francesa de un modo distinto, claramente definido por la realidad emocional de la cineasta.

Estas decisiones no son del tipo al que estamos acostumbrados. Pero lo importante aquí es el atrevimiento, la desfachatez de la artista por hacer algo no como se ha visto. Claro está, a los que ignoramos mucho de Historia, aquellas virtudes del cine nos parecen fantásticas. He ahí los talones de los Aquiles, la parte aparentemente inconcebible e incomprensible del asunto, el reto: algunas arbitrariedades, así como algunos accidentes estilizados, pueden también ser rigurosos.

Comedias vacacionales (complaciente reseña cinematográfica)


A veces el tiempo libre lo pone a uno de buenas, muy de buenas. Por eso algunas películas de veras gustan cuando uno se viste (después de yacer desvestido) con la intención de divertirse, aunque hay también quienes se ven decepcionados en sus expectativas.

Igualmente, uno elige la película que quiere ver de acuerdo a un cierto tipo de disposición. El otro día, pues, estuve dispuesto a reír, enamoradillo y con ganas de ir en bola al cine, así que nada mejor que una comedia romántica MADE IN GRINGO, con mi amorcillo de ese entonces (anteayer, actually).

Primero que nada, hay quienes llevan ya rato en esto de la comedia. Aparte están los hermanos Farrelly. En esto del negocio de las risas, Nancy Meyers ha logrado que Steve Martín sea ubicado también como El Padre de la Novia I y II, y que Diane Keaton volviera a tomarse la foto como candidata al Óscar por Alguien tiene que ceder. Logros que, sobre todo, la parte femenina sabe apreciar, y todos apreciamos que ese sector incluye a casi todos los gays del mundo.

Es decir, si quiere usted, decididamente, reír viendo a Cameron Díaz enamorarse y a Kate Winslet azotarse, vaya a ver The Holiday, todavía en cines. Clásica como algunas de las comedias gringas clásicas, esta gusta sobre todo por poco común: dos historias en que las protagonistas nunca se conocen, sino hasta el final.

Cursi y simplona, ñoña y empalagosa como un fruit cake decembrino, la película acepta todos estos adjetivos no sin asumir que las maneras de transmitir tan sobadas emociones ya caducaron.

Por eso, neuróticas y solitarias, las protagonistas se conducen rumbo a una espontánea vacación, para así deshacerse de sus síndromes fastidiosos: resistir el amor no correspondido y aguantarse el llanto hasta llegar a la apartada casa en medio del campo, de Kate Winslet, y recibir el fastidioso llamado del omnisciente narrador que reafirma la infame soltería de Cameron Díaz como si narrara el trailer de algún churrazo.

La directora rinde homenaje poco discreto a la comedia clásica de Hollywood por partida doble: transmitiendo la misma cursilería mediante un planteamiento bastante original, al mismo tiempo que integra a la trama al vecino viejo, ficticio escritor de comedias del Hollywood de antaño.

Si digo más, arruino la función, único reproche a una película que puede vaciarse si se platica pero no se ve. Pero a leguas se nota quienes se sientan a dirigir luego de estudiar a los clásicos. Again, solo si está dispuesto.

Tengo alma, pero no soy un soldado.

La belleza está donde uno la encuentra.