Apuntes sobre Ixmiquilpan (Si quieren verme con sombrero o sin él, pos búsquenme)

Mi mamá se ha mudado de casa. Si yo cometí la locura, según ella, de cambiar de hábitat así como así, pues tal vez ella me heredó toda su locura, pues casi casi se fue de Delicias sin decir agua va. En el trabajo le creyeron que se iba por un tiempo, pero aparentemente ella es ahora una mujer más que feliz, aunque en secreto me reveló lo mucho que se le antoja un burrito de chile pasado y una hamburguesa de la carranza. Es que aquí todo lo hacen con pollo, reniega. En secreto les revelo que también se me antojan mucho esas cosas.

En Ixmiquilpan vi a dos chicos en un negocio de cabinas telefónicas, disfrutando de un faje dentro de una de ellas. También aprecié la que supuestamente es la fuente original de la Diana cazadora. Vi (por fuera) dos iglesias con amplísimos altares que quién sabe como metieron por esas puertecitas, y escuché a una banda no sé si local entonar en la plaza principal un cover de My chemical romance, juo juo.

Cortar mi cabello en Ixmiquilpan me costó 30 pesos. Mi madre decidió salir a ver zapatos justo antes de que la estilista tomara, por petición mía, la peineta número uno de la rasuradora, con la que habría de remover casi todo el cabello que crecido adornaba los costados de mi cabeza. No había terminado la joven de platicarme que su esposo usaba el moicano desvanecido, ni de rasurar el costado izquierdo de mi cabellera, cuando mi madre hizo triunfal decepcionado retorno.

De haber estado ahí no lo hubiera permitido. La joven estilista sonreía como cómplice mía. Pagué el corte con una parte de mi primera paga (si me doy de alta en hacienda -así, con minúsculas-, seré ya todo un adulto), y salí tomando caballerosamente el brazo de mi mamá.

Vamos al mercado. Qué bárbaro. Por qué te gusta así. No, mejor vamos al pasaje de aurrerá, a comprarte una gorra, yo la pago. Ay, mamá.

Se le olvidó ir al pasaje y terminamos de camino al mercado. Ahí compré un combinado de hierbas pa'l estómago, porque pinche clindamicina pa las muelas me ha jodido la panza mal pedo. Nos movíamos perdidos entre los pasillos de ropa y zapatos buscando las fruterías. Así fue como dimos con los sombreros. Mira, te compro uno, me jaló mi mamá hacia el local. Micha y micha, ¿cómo ves?

Me gusta este, ¿cuánto cuesta? Gris y de copa, marca Víquez, con etiquetas que realsaban la gran calidad de la marca. Cienco cincuenta. Híjole, está bien bonito.

Mi mamá rehusa a verme de nuevo si no es con sombrero. Mami: en la escuela todos dicen que me veo bien, pero como usted me dice que me veo guapo de sombrero, me lo quedo, al fin qué: el cabello volverá a crecer y me lo volveré a cortar. Chance y así me hago de una colección sombreros.