El andar erguido,
su noble figura,
sus labios sonrientes,
su mirada intensa,
y de su discurso,
el flujo hechicero,
su apretón de manos,
¡ay!, también de sus besos.
Mi corazón pesa,
mi calma se ha ido,
ya nunca la encuentro,
ni la encontraré.
Mi pecho suspira,
suspira por él.
Pudiera ¡ay! tocarlo,
Pudira ¡ay! tenerlo,
besarlo también
tal como deseo:
así de sus besos
querría morir.
(Margarita en el trono de hilar, Goethe y Schubert)
Hay llamas que ni con el mar
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Hace 744 días me reí con mi papá por última vez.
Hace 743 días me dio el Cristo que siempre llevaba al cuello para que se lo
cuidara en lo que se lo pod...
Hace 2 semanas.
3 comentarios:
Enhora buena, quién juese usté.
ay....el amor!!
saludos henchidos de felicidad por su propia felicidad!
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