Lo mejor que puede pasar en un musical, por tratarse del "más no realista de todos los géneros", es que el cine haga aquello que la canción no puede. Y Julie Taymor lo logra, nada más que un inexplicable ímpetu le provoca no se sabe qué ganas de terminar echándolo todo a perder.
Coroegrafiar lo cotidiano, desde el fut o el basquet hasta a las prostis, los empleados y los indigentes, amalgamando la música no diegética de manera completamente irreal al contexto de realidad de la película. Multiplicar al locutor-cantante. Sobreimprimir, proyectar imágenes en los personajes, perforar y crear irrealidades llenas de imaginación. Cambiarle el tono a la interpretación de una rola de los Bitles. Usar máscaras, marionetas monumentales, avivar escenarios de pisos a paredes. Todo, para terminar en un ridículo teatralizado que, sin embargo, convence.
Porque la película rete bonita que es, con todo y un montón de payasadas poéticas, como el alucine de Bono interpretando al Doctor Robert, un número musical de la psicodelia que nos recuerda lo nefasto que era; la pesadilla de Salma en repetición de enfermera cargada de felicidad; el mal gusto de cambiar Revolution de prendida a trágica, y Hey Jude de profunda en sermón; peor tantito, dejarnos con las ganas de escuchar como el romance alcanzaba su cúspide entre Lucy y Jude, con la canción que era obvia, y que no quedaba mal para cerrar con broche de oropel todo el numerito de más de dos horas.
Sin embargo, con todo y todo, la volvería a ver. El cine es a veces muy así, muy d'esos.
Hay llamas que ni con el mar
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Hace 743 días me dio el Cristo que siempre llevaba al cuello para que se lo
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Hace 3 semanas.
3 comentarios:
En mi caso.
Un ridículo teatralizado que nunca me convención.
Aunque tiene sus momentos.
Qué bueno que ya no tienes tan abandonado el blog.
yo quiero hacer películas porno con musicales.
Órale, ps a ver qué tal está.
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